Ojalá volvieras a coger la llave de mis secretos.
Ojalá a gritos pidieras ayudarme como ayer.
Lo peor fue comprender mi tardía incomprensión:
porque ya dejó de llover en el Sáhara.
Que poca magia se respira por estos lares.
Tus manos, mi único diván; y tus silencios
las únicas palabras que logran sanarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario